Foto Somosasín.
En A Guarda. Os vamos a contar historias de un puerto abierto al Atlántico. Dejar que los nenos y nenas sientan el mar.
Claro que lo sienten. Lo viven. Hay algunos que van con sus padres. Otros se arremolinan junto a varios monitores. Comienzan ya a llevar una gameliña. El club Robaleira anima a los infantes para que aprendan a manejarse en el agua.
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Esperan su turno para subir a la gameliña y arrancar ya en remar cerca de la orilla.
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Bajo la supervisión de una campeona de España, los zagales comienzan a moverse y crecer en su entorno natural. Dejar que los nenos y nenas convivan con el mar. Posiblemente, para algunos su futuro pueda estar vinculado al agua.
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Quién asegura que el día de mañana ese chaval que mira a esa lancha podrá dirigirla a su semejanza y manera.
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Poco a poco, se adiestran y saben manejarse. Llegará un día en el que se inicien en competir. Es una forma de hacer deporte y convivir bajo una reglas.
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Respetarse unos a otros es una regla elemental en una convivencia deportiva. Van por buen camino.
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Esta es una de las historias que podemos contar de un puerto abierto al Atlántico. Es verdad: los niños se acercan al mar.
Lo hemo visto.