De día eran currantes natos, introducidos en sus respectivas tareas laborales. De noche, ya eran otra cosa. Se transformaban en personajes conocidos del papel cuché. Eran dos en uno. Bueno, se transmutaban en muchos más. Una dosis de ironía, salpicada con humor gestual, y el público se destornillaba con sus versiones in situ de la vida misma.
Roberto y Paquiño. Primos familiares, se convertían en múltiples "primos". En el escenario eran Os Campelos, que durante una etapa, amenizaron el tiempo libre nocturno de sus vecinos y parroquianos. Al aire libre o bajo una carpa, porque ya se sabe que en tierra galega, la lluvia es el invitado de honor en todas las festas.
Paquiño y Roberto entraban en todas laa agendas de los organizadores de festejos y tatachún de la zona. Oye, que esta noche actúan Os Campelos. El lleno estaba asegurado y al lado del escenario toda la familia "campera". No cabía ya un alfiler y después de las inagotables puxas aparecían ellos en forma de Julio Iglesias o acordeonistas lusos.
Mucho de humoristas y mucho de mimos, aunque no hayan pasado por una escuela de artistas de gestos sin palabras. Canciones, chistes, escenas jocosas de actualidad, de la zona, por supuesto. El show duraba hasta que el depósito de risa se mantenía inagotable. También había guiños para algún político local o establecimientos de la zona. Les daba lo mismo el sexo de sus personajes. Hombres o mujeres. El mundo nocturno era de ellos.
Decir que eran los Morancos del Atlántico es caer en la exageración, pero no dejaban títeres con cabeza. Un formato de humor gallego, que no se sabe si sube o está en caída libre. Todo muy en galego. Codazos entre el personal asistente porque ya sabían a quien dibujaban con sus gestos o palabras.
Un servidor les vio en una noche en San Cayetano, en la ermita, donde el suelo es verde Atlántico y el techo, a veces azul estrellado o con nubes lloronas, pero la carpa estaba para que el humor no se mojara.
Era en 2012, pero, de repente, se difuminó la pareja de moda. Paquiño voló a Suiza y Roberto se quedó en su O'Rosal. Su destino les separó. Ya el agua no sabía a agua y el humor no se sentía como humor.
En recuerdo de ambos dos va dirigido este pequeño homenaje a dos trabajadores, de día, embutidos en plantillas diferentes y, de noche, dos artistas, con muchas caras y más espaldas.
Roberto y Paquiño: Muchas gracias por haberos conocido y por haber disfrutado de vuestras ocurrencias. Que sigáis asín. Uno en las Suizas y otro en los Vigos.
Foto Somosasín. Roberto y Paquiño.
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Foto Somosasín.
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Y se acabó.