No era el momento adecuado para contarlas ni para entrar en una pesadilla. Fue una fiesta apta para menores; mejor dicho, era un día especial para los infantes, llevados por sus padres para que supieran lo que es la trashumancia y para que disfrutaran cerca de unos animales pacíficos.
Unas mil ochocientas ovejas merinas pasaron por el centro de Madrid: Sol, Cibeles, Neptuno. Ah, también 100 cabras retintas, Nubes muy negras, pero sólo amenazaron, sin llegar a llorar. Un día festivo no sólo pata la población infantil, sino también para aquellas gentes que viven del pastoreo y de la trashumancia. Un día bello por dentro, aunque con un pelín de frio.
El propio alcalde Madrid estuvo allí. A pie de obra. Muchos ciudadanos de bien, alrededor de un mar de ovejas. Bailes, música de dulzaina, trajes típicos del lugar, tradicionales. Una fiesta llena de música y folklore. Y muchas cámaras, para inmortalizar estos momentos gratos que nos ha tocado vivir, que ya habrá tiempo para otros de sufrimiento.
Alguien dijo: "dejar que los niños y niñas se acerquen a las ovejas". Y se acercaron...
Foto Somosasín. Una niña pastora.
Foto Somosasín.
Foto Somosasín.
Foto Somosasín.
Foto Somosasín.
Foto Somosasín.
Foto Somosasín.
Foto Somosasín.
Foto Somosasín.
Foto Somosasín.
Foto Somosasín.
Foto Somosasín.
Foto Somosasín.
Foto Somosasín.
Foto Somosasín.
Foto Somosasín.
Foto Somosasín.
Foto Somosasín.